La locura de los sombrereros

La locura de los sombrereros,
¿mito o realidad?

Uno de los personajes más curiosos de Alicia en el país de las maravillas es el Sombrero Loco. ¿Sabías que su peculiar delirio existió tiempo antes de que el autor Lewis Carroll lo inmortalizara, pues esta era una enfermedad de quienes se dedicaban a ese oficio?

Indaguemos. En el siglo XVII, los productos de uso diario, como cosméticos y jabones, se elaboraban por medio de sustancias tóxicas, cuyos efectos secundarios se desconocían. Esto sucedió con el maquillaje (el cual contenía plomo), o con las peinetas de celuloide o, por supuesto, con los sombreros.

Todo comenzó en Francia, cuando los sombrereros descubrieron que cepillar las pieles con mercurio facilitaba la limpieza de las mismas. Los vapores que la solución emitía inevitablemente eran inhalados por el artesano durante todo el proceso. 

Cuando, por órdenes de Luis XV, los hugonotes (protestantes franceses) tuvieron que abandonar su país, se refugiaron en Gran Bretaña. Al hacerlo, llevaron con ellos sus técnicas, que fueron utilizadas con éxito en los centros de fabricación de sombreros de mayor prestigio.

Con el tiempo, los artesanos comenzaron a presentar síntomas de locura por envenenamiento: temblor incontrolable, pérdida de dientes, volatilidad, irritabilidad, nerviosismo, debilidad muscular, dedos rojos, serios daños renales y neurológicos, y depresión.

La situación se tornó tan normal en algún momento, que se llegó a pensar que esa locura era condición indispensable para fabricar buenos sombreros.

En 1829 un médico ruso describió los síntomas del padecimiento nombrado hidrargirismo. Su gravedad llevó a que en el siglo XIX se omitiera el uso del mercurio para la fabricación de la prenda en Gran Bretaña y Francia. Desafortunadamente, el método sería erradicado hasta finales del siglo XIX y principios del XX.

No obstante, la peculiaridad de la afectación había creado en el imaginario colectivo un estereotipo sobre el oficio, al llegar a ser entendido como sinónimo de loco, hasta popularizarse el loco como un sombrerero. Un calificativo del que, sin duda, Lewis Carroll estuvo consciente.

Si nos detenemos en los rasgos del personaje, veremos que presenta varios de los síntomas: la ausencia de algunos dientes, cambios de personalidad, irritabilidad y nerviosismo. Y aunque nos puede parecer una caracterización divertida, es un hecho que la afectación fue seria y que los males que sufrían los sombrereros estuvieron lejos de ser simpáticos.

Puede que en ese País de las maravillas, donde todo estaba al revés, Carroll quiso que el Sombrerero Loco representara un mal social, un aspecto antinatural de algo tan habitual, como lo era la elaboración y el uso de sombreros. Tal vez significó el desgaste de la condición humana y de la clase burguesa, cuya locura comenzaba con la necesidad compulsiva de portar un sombrero que, en efecto, volvía locos a sus creadores.

Podríamos pensar que el autor buscó evidenciar de manera burda que la locura, y más la colectiva, comienza en la cabeza, y quizás incluso desde el acto de portar una prenda. La verdad la tendrá el lector…


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