Leonardo da Vinci

Leonardo da Vinci...
¿Inventor de las servilletas?

En otras ocasiones hemos mencionado que un innovador es un curioso nato, un inconforme y una persona de acción, cualidades que no podemos ejemplificar de mejor manera en una persona, sino con el incomparable Leonardo da Vinci, hombre que ha pasado a la posteridad por el legado que actualmente sigue impactando en nuestra sociedad. Sobre esto debemos recordar que el fin de la innovación consiste en actuar hoy para hacer del mañana algo mejor, es decir, legar a las generaciones futuras herramientas sociales, tecnológicas e ideológicas que puedan servirles durante un tiempo indefinido para su bienestar.

Y con Da Vinci sobran muchas de ellas, a tal punto que no podríamos concebir la vida como la conocemos sin sus aportaciones a la pintura, a la ciencia e incluso a la manera en que nos llevamos la comida a la boca… Sí, leíste bien: la forma en que ingieres tus alimentos en los restaurantes, las cocinas económicas, los ricos puestos de la calle y hasta la mesa de tu hogar, son producto de su genio, gracias a una de las más pequeñas contribuciones —mas no por ello menos importante—, que se le pudo haber ocurrido al florentino: las servilletas.

Insistimos: en ocasiones la innovación radica en notar cosas simples que no funcionan de la manera adecuada y hallar una solución sencilla es parte de saber ser observador y curioso. Si todavía tienes dudas, hazte la siguiente pregunta: ¿te imaginas un mundo sin servilletas? Lo más probable es que tu respuesta sea no.

Ahora bien, vayamos a los hechos históricos: a fines del siglo XV y principios del XVI Ludovico Sforza, duque de Milán, acostumbraba llevar a cabo grandes banquetes en los que ocupaba el ingenio de su protegido para deleitar a sus invitados. Fue así que como maestro de ceremonias Da Vinci se encargaba de las amenidades, la selección del menú, la decoración del lugar y entre muchas funciones más, la presentación de las mesas, donde había algo que no lo dejaba del todo satisfecho y que ahora nos resultaría poco creíble: a Ludovico le gustaba amarrar a una de las patas de las sillas una liebre viva con el fin de que los comensales pudieran limpiarse sus dedos con el pelambre de los animalitos, ¿puedes creerlo? Además, debemos añadir que una vez concluida la comida, los pobres conejos terminaban tan maltratados que eran arrojados vivos a una gran hoguera para deshacerse de ellos. Inconforme con toda esta situación, Leonardo decidió reemplazar a los animales con trozos individuales de tela, cosa que no fue bien vista en su momento, ya que algunos se burlaban de que en lugar de atender sus estudios en geometría o anatomía, le preocupara más la suciedad de las manos de los invitados del “Moro”… Incluso hay anotaciones en los diarios del florentino donde menciona la frustración que sentía al ver que su idea era ignorada.

En fin, como dijimos líneas más arriba, la innovación es un legado para el futuro y gracias a ello hoy podemos gozar de un buen platillo sin necesidad de traer los dedos o los labios llenos de grasa, sin hablar de nuestras ropas, o incluso de maltratar conejitos como se hacía en la antigüedad.

Para finalizar, recordemos las palabras de Walter Isaacson respecto a que no todos podemos ser unos Einstein, pues su capacidad cerebral está muy por encima de las personas promedio; pero en cambio, todos podemos aspirar a ser como Leonardo da Vinci, cuya observación en la vida era como la de un niño pequeño y es gracias a eso que podemos identificar una pequeña necesidad de cambio en un método habitual, con el fin de incorporar un elemento nuevo que, por más mínimo que parezca, revolucione un proceso rutinario.

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