Las matemáticas son un lenguaje universal. Prácticamente todo lo que vemos, hacemos o pensamos puede expresarse en su lenguaje. Alan Turing lo comprendía y dedicó buena parte de su vida a ellas. Nació en el corazón del imperio británico un 23 de junio de 1912. En ese momento, su familia pertenecía al nutrido cuerpo colonial de la India Británica.

Inteligente desde pequeño, tuvo problemas de adaptabilidad, tendencia a crear sus propias ideas y renuente a apegarse a la norma. Durante su infancia en la India desarrolló interés por los rompecabezas, acertijos y lenguajes, mientras destacaba como estudiante.

En tanto, su aportación más sonada fue su participación para desencriptar el código nazi en la Segunda Guerra Mundial. El código era fabricado por una máquina apodada “Enigma”, el ejército nazi se comunicaba por medio de este de tal modo que aunque sus canales fueran interceptados, todo lo que escucharía sería indescifrable y solo entendible con dicha máquina que los alemanes habían inventado. Al poder descifrar las posiciones y órdenes del ejército alemán, la guerra del Pacífico llegó a su fin dos años antes de lo previsto. La adaptación cinematográfica de la vida de Turing El código Enigma, centra su argumento en este evento.

Una de sus teorías sostenía que en el siglo XXI habría ordenadores inteligentes capaces de llegar a conclusiones lógicas, hacer deducciones, adquirir nuevos conocimientos, tanto inductivos como empíricos y que podrían adaptarse al entorno. Y es verdad, tan adelantado era que creó el concepto de “algoritmo”, hoy enfocado en “anticipar” nuestros deseos, intuir nuestro género, nicho de mercado y hasta preferencia sexual. Ejemplo son los asistentes personales como Siri, Google o Alexa. ¿No crees que se adaptan a su entorno?

Pese a sus hazañas, la vida personal de Turing no estuvo exenta de problemas. En 1952, la policía lo arrestó por “conducta obscena”, ya que había confesado que sostenía una relación homosexual con un joven de 19 años. El juez le dio las opciones de cárcel o castración química. Turing eligió la castración, volvió a la universidad y continuó trabajando. Al final de su vida se interesó en la aplicación de la matemática a la teoría de la forma en matemáticas, el código fibonachi, los patrones en las formas vegetales y animales.

No obstante, el fallo del juez y la “castración química” había cobrado un costo muy alto en su autoestima. Falleció en su cama el 7 de junio de 1954, aparentemente por su propia mano al morder una manzana supuestamente contaminada con cianuro.

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