Universo Socio
Literatura
Nuestra Señora de París
Si los monumentos hablaran…
Para la capital francesa, el siglo XV fue un maravilloso periodo de majestuosas creaciones pictóricas y recintos tan altos que parecían alcanzar el cielo.
Una de estas obras, quizá la más conocida, fue el escenario perfecto para el autor revolucionario Víctor Hugo y su magnífica novela Nuestra Señora de París.
Víctor Hugo nació en 1802. A los quince años, obtuvo un premio de la Academia Francesa por uno de sus primeros trabajos líricos. Fue partidario ideológico de la revolución de 1848 por medio de sus obras, en las que plasmó múltiples de sus preocupaciones.
Su creación literaria que abarca temas desde la crítica social, amores imposibles, la remembranza a la Edad Media y la muerte de la arquitectura medieval; plantó las raíces de la corriente artística Romanticismo, la cual se desligaba de la literatura clásica.
Nuestra señora de París, también conocida como El jorobado de Notre Dame, vio la luz en 1831 y es un claro ejemplo del pensamiento de añoranza y equidad social, latentes en el autor, quien siempre se mantuvo bajo el anhelo de encontrar en el futuro una diferente y mejor realidad.
El título y tema principal de esta historia hace referencia y honor a la famosa Catedral de Notre Dame, ubicada en la ciudad de París, terminada en 1345 y anualmente visitada por miles de personas. La novela la aborda como si esta fuera una persona, el símbolo de una ciudad caótica, protectora de sus habitantes y testigo cansado del tiempo.
La historia sigue a Quasimodo, el personaje principal, custodio del alma de la catedral a través del repicar de las campanas. Sordo y jorobado, procura permanecer a las sombras del mundo real.
A los ojos del mundo, del lector, es una persona físicamente desagradable, pero con alma noble.
Así, pasa los días en los campanarios protegido e instruido por Claude Frollo, el archidiácono, libertino y deshonrado, quien, consumido ante los encantos de una gitana, Esmeralda, solicita a su vasallo raptarla.
Este es el comienzo de una aventura por el rescate de la historia. Victor Hugo sabía lo importante que era dejar que nuestros monumentos hablaran y hacer a los transeúntes testigos de su paso por el tiempo. ¿Cuántas historias podría contarnos esta catedral?
El destino de los personajes está entrelazado con la catedral que no solo sirve como escenario principal, sino también como un símbolo de la gloria y decadencia de la sociedad parisina medieval. El autor ve en Quasimodo un símbolo que representa la importancia de auto reconocerse y aceptarse, un recorrido de valoración propia.
La historia respira continuamente un aire de nostalgia por el pasado, por lo acontecido, por lo perdido y lo destruido, todo aquello que fue y ya no. Es una remembranza a la gran París, como si fuese una persona amorosa y cuidadora, un emblema más que un recinto religioso.
Este amor matizado es el eje de esta gran obra. El amor que convierte a los protagonistas en marionetas a merced de un destino inevitable.
A pesar de todo, el mensaje es perceptible al lector: el amor y reconocimiento propio es el más importante, que dicho en palabras de Hugo, sería más o menos así:
“No mires la cara, muchacha, mira el corazón. El corazón de un hermoso joven es a veces deforme. Hay corazones en que el amor no dura. Muchacha, el pino no es hermoso, no es hermoso como el álamo, pero conserva el follaje en invierno”.
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