Para la mayoría de las personas, el chocolate es un placer que genera culpa. Si bien su sabor es irresistible, resulta notable que su consumo tiene un dejo de arrepentimiento. Muchos pensarían que esto se debe a las calorías; sin embargo, hay una razón histórica que data desde los tiempos de la conquista y el virreinato: el chocolate es una bebida pecaminosa porque provoca sensaciones, pensamientos asociados con la emoción, la fiesta y el placer.

En una sociedad principalmente católica, todo lo relacionado con el cuerpo podía ser censurado. La tentación se asociaba con el disfrute y, por tanto, el pecado, pues por ella, Adán y Eva fueron expulsados del paraíso.

En tanto, este alimento es parte de nuestra cultura, está en todas partes. Hablar de él es pensar en su enorme valor histórico, y en uno de los postres más versátiles y con más seguidores en el mundo. También son importantes las connotaciones que ha tenido. Desde ser moneda, medicina, hasta adquirir una enorme importancia religiosa/ceremonial en múltiples civilizaciones prehispánicas.

La fiebre rápidamente llegó a Europa y creó una revolución. De hecho, era el alimento preferido de la nobleza en virtud de todo lo ya mencionado; pero, además, era exótico, caro, extranjero y todo lo que eso conlleva.

Ahora bien, ¿qué sucedió con aquellos que dedicaban su vida a la religión? Se sabe que las monjas han sido las maestras del arte culinario; con el cacao no se quedaron cortas. Al principio se desbordaron de creatividad con transformaciones interesantes, sirviéndolo como bebida caliente mezclada con elementos de origen europeo como la leche, el azúcar, la vainilla y el anís.

Las monjas Jerónimas fueron ávidas consumidoras. Sin embargo, órdenes como las Carmelitas se privaron de todo relajamiento de la disciplina espiritual, ya que ingerirlo impedía la meditación, contemplación, rezos, etc. Fue tanto el escándalo que las monjas incluían esa prohibición cuando tomaban sus votos religiosos.

Sobra señalar que entre los pecados que incluía este alimento, venía hacer menjunjes capaces de adivinar, calmar a los maridos o amantes, causar impotencia sexual, amansar a los agresivos, someter voluntades, enamorar o romper con todo lo anterior.

No alcanzarían páginas para desentrañar sus misterios. Pero siempre será un gusto conocer más de lo que en principio era una semilla invaluable.

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