Porque el sabor alegra el corazón;
De la independencia a tu mesa
¿Sabías que la gastronomía mexicana es la única considerada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO?
Si algo se le reconoce a México, es su gastronomía. Su variedad de ingredientes y platillos es infinita y es que han surgido en un país donde el hogar, la familia son pilares sociales. ¿Cuál es el momento más preciado del día para una familia mexicana, ese, donde todos conviven y comparten? Adivinaste, cuando se sientan a la mesa.
Ahora bien, la historia prehispánica y de la Nueva España es primordial para nuestra cultura. En esos periodos sucedieron cosas que explican todo lo que conocemos. El México precolombino, con el arribo de los peninsulares, resultó una mezcla de contrastes donde convergían, además de varias influencias culturales, los ingredientes básicos (hasta la fecha): chile, maíz y frijol.
De esta combinación, surgieron al menos tres mundos gastronómicos: el de los palacios, el conventual y el popular.
En los conventos de monjas, por ejemplo, las beatas y madres experimentaban con múltiples alimentos en la cocina. El recetario de Sor Juana Inés de la Cruz muestra la invención de los camotes, la preparación de atole de masa, moles y pipianes, estofados, conservas, bizcochos, caldos y por supuesto, los chiles rellenos en todas sus variaciones.
Después, la era de independencia hizo que México abriera sus puertas a influencias de distintos países. Franceses, ingleses, chinos, italianos, entre otros, voltearon al país naciente para invertir en minería, agricultura o gastronomía.
Así, en las fondas las gorditas, tortillas y molletes comenzaron a convivir con los fromages —quesos— y desserts —postres—, claro que todos ellos "a la mexicana". "El Café" y "El Restorán" fueron los centros de reuniones en las grandes ciudades, mientras que los vendedores ambulantes pregonaban sus alimentos, que lucían suculentos en grandes canastos.
Una de las historias más lindas de la gastronomía mexicana se dio justo en esta época de reciente autonomía nacional, cuando en 1821, tras firmar los Tratados de Córdoba con los que se consumaba la Independencia de México, Agustín de Iturbide se encaminó en compañía del Ejército Trigarante, a la capital del ahora país.
Al pasar por Puebla, las madres del convento agustino de Santa Mónica decidieron crear un platillo que conjuntara los colores de la bandera: la nogada blanca, el color del chile verde y la granada roja. La combinación sensorial fue un deleite. Así fue como los chiles en nogada encontraron su lugar como el platillo nacional más representativo de las fiestas patrias de México.
Esta notable apertura de México al mundo nos dejó costumbres culinarias exquisitas: Omelettes champiñones, bísquet, panqués, pays, croquetas, canapés, salsa bechamel y consomé, entre un millón más.
Cada día, la gastronomía mexicana nutre su mezcla y adaptación, pero sus raíces, la razón de su valía, sin duda la ha puesto (como decimos en México) ¡Como agua para chocolate!
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